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La información, las ideas, la percepción de todo lo que recibimos, no puede estar invadida por un pensamiento único. Este blog pretende responder, opinar y debatir a cerca de todo esto para dar al lector/a nuevos argumentos para una serena reflexión.
05 d'Octubre de 2012
No se les ha ocurrido cosa más simple a los defensores de la causa independentista catalana para defender su postura de injerencias externas que la de acusarnos, a los que no comulgamos con sus ruedas de molino, de ser unos incitadores del discurso del miedo.
Con los consabidos aires de superioridad moral que se auto-otorgan los nacionalistas catalanes respecto a los que defendemos la convivencia, el buen entendimiento y el sentimiento de ser catalán y a la vez español; nos intentan dar lecciones vacuas de que ellos están en la línea correcta de la evolución y nos niegan el derecho legítimo de cuanto menos dudar de su discurso.
Pues quizás sí, quizás lo que vendemos no es el discurso de meter miedo a nadie sino que expresamos el miedo que nos produce la vorágine, el súbito despertar de unos partidos políticos que nos presenta la independencia prácticamente como el paraíso terrenal sin una valoración sincera de las consecuencias pues ahora mismo lo que tratan es de meter una densa cortina de humo anestesiant la cual no nos haga ver las miserias que nos han dejado.
Efectivamente, yo confieso que tengo miedo. Miedo a que un partido, en la figura de su presidente me quiera llevar a un territorio desconocido y sin precedentes y además así lo manifieste. Miedo a que nadie me explique fuera de discursos propagandísticos qué pasará al día siguiente de proclamarse una independencia de Cataluña respecto al resto de España. Miedo a salir del euro. Miedo a no tener mercado común europeo (y no lo digo yo, lo dicen altas personalidades de la corriente nacionalista), miedo a que me dirijan aquellos que durante años se han visto salpicados por los casos de corrupción bien escondidos bajo la Senyera o bien con el això ara no toca. Como no tener miedo a los delirios de crear líneas aéreas de bandera que nos arruinen más a los catalanes. Miedo al mesianismo, no de Leo Messi, sino de los dos iluminados que se ven capaces de llevar Cataluña hacia ese finis terrae que ni ellos saben qué encontrarán.
Miedo a la hispanofobia, miedo al etnocentrismo, miedo a que no hay una hoja de ruta un plan para el día después, miedo a que me quieran embaucar, miedo a que ahora me digan que el castellano es un bien preciado en Cataluña cuando está fuera del ámbito de la administración pública, miedo a que los "expertos" que hablan del día después no dejen de ser unos "untados" al servicio de la causa a cambio de unas monedas. Miedo al bombardeo mediático que sufrimos en los medios públicos y concertados cosa que provoca un miedo, si cabe, aun mayor pues entramos en un peligroso principio de unanimidad el cual trata de querer hacerme ver que estoy equivocado que no estoy en su línea correcta de la evolución citada anteriormente. Miedo a la posible fractura social. Miedo a la amnesia social, es decir, miedo a que en nombre de un objetivo olvidemos que tenemos más paro, más fracaso escolar, más deuda, peores servicios sociales que hace dos años y en consecuencia miedo a perder nuestro derecho a ser críticos con nuestros gobernantes y su obra de gobierno por defender la idea de una nueva bandera.
En definitiva miedo a que cuando los abanderados de esta vorágine se despierten vean que el paraíso no existe más que en sus mentes y nos preguntemos ¿ahora qué? y nadie sepa la respuesta.
Para no tener miedo exigiría que se me explicara que hay más allá del finis terrae que parece suponer la independencia. Me temo que eso no me lo pueden explicar porque aquí se trata de dejar de ser españoles y una vez que dejemos de serlo pensamos e improvisamos en lo siguiente. Porque una cosa es lo que haya escrito un "experto en nómina" o lo que pida la "sociedad servil" y otra cosa es los partidos que se han lanzado a la deriva separatista no tengan claro de quién, cómo y cuándo hay que hacerlo. En efecto, esto último en el caso de CIU presenta un mar de dudas contradicciones y ambigüedades que como evitar no tener miedo.
Tengo derecho y motivos para tener miedo y no ser vilipendiado por ello.
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