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24 de Febrer de 2013

Me encuentro en un hotel de la Ciudad Condal y voy a reunirme con un destacado político que conocemos. Lleva 21 años en la actividad y en más de una formación política. Hemos pactado que no daría su nombre y confío en que mi lector habitual no sepa quién es.

 

AzoteLiberal: ¿La partitocracia premia la reverencia?

Partitócrata: ¿Qué es la partitocracia?

AL: Empezamos bien...  Debería explicármelo usted a mí. Pero diría que es el sistema político en el cual el poder recae sobre los aparatos de partido. Y no recae en los tres poderes que, a pesar de estar citados en la Constitución, no son realmente nada más que una prolongación de los dirigentes de partido que cierran las listas electorales. Pero, ¿se premia la reverencia o no?

P: Sí. Si quieres hacer carrera debes saber hacer reverencias y cómo hacerlas. No hace falta disimular, pueden ser exageradas. El jefe debe ver que sabes lo que hay que hacer: ser sumiso. Cuando el jefe tiene la seguridad de que esa actitud tendrá continuidad en ti, te asciende. Te mete en la lista.

AL: Se dice que en los aparatos de partido quien pretende competir en calidad muere. Y que sólo se premia la disciplina. La crítica es exótica y debe ser desplazada. ¿Es así? No tiene mucho mérito ascender, ¿no?

P: Ya lo creo que lo tiene. No todo el mundo es capaz de tragar y pasar por ese tubo. Para ser reverente durante largo tiempo hay que estar hecho de una pasta especial.

AL: Qué cínico...

P: Mérito hay, aunque el criterio fijado no sea de su gusto.

AL: ¿Quién ha fijado ese criterio de mérito?

P: Usted antes mencionaba las listas. El modelo electoral genera unas conductas en quien quiere hacer política. Los partidos originales crearon el sistema y los políticos nos hemos adaptado y educado en él. Con frecuencia se dice que los políticos de la Transición tenían más calidad moral e intelectual.  Y es verdad. No pasaron por el proceso de selección que sí hemos pasado nosotros. Ellos fueron elegidos por méritos distintos en una política más silvestre y de convicciones. Una política menos burocratizada. A su vez ellos diseñaron este sistema electoral para tener el control, para apoderarse de quien accedía a las cámaras. Los que hemos venido detrás desde entonces hemos aprendido a trepar en este modelo. La excusa para crear este sistema electoral fue que este país siempre ha sido difícil de gobernar y después de la dictadura hacía falta un poder fuerte. Éste han sido los partidos.

AL: ¿Se cambió en su momento la dictadura unipersonal por una dictadura colegiada que se turna?

P: Decirlo así quizá es exagerar. La gente vota, al fin y al cabo. Pero los hechos se acercan a esa descripción.

AL: Le veo descarnado.

P: Y eso le gusta, ¿no?

AL: No vamos mal. Hablaba de trepar. ¿Es usted un trepa?

P: Creo que con lo dicho, eso ha quedado claro.

AL: Entonces... ¿Podemos decir que quien diseñó este sistema electoral sacó la irreverencia del
Parlamento?

P: No llega a él. Jamás. La irreverencia es expulsada de los partidos en un riguroso proceso de selección de personal. Y hace tiempo que hemos sacado la irreverencia de las ruedas de prensa también. Aunque la situación se está complicando y ahora está volviendo. Los medios digitales y ya sabe: estas cosas que se dicen de Internet... Los medios tradicionales se ven presionados por la red de redes y también están recuperando irreverencia perdida. Diría que algún medio tradicional ya se ha propuesto seriamente tumbar definitivamente el sistema salido de la Transición.

AL: ¿Se refiere a El Mundo?

P: Sí. Pero fíjese como ha arrastrado a El País. La situación económica les obliga a ser menos partidarios del establishment. A todos.

AL: A La Razón no.

P: Quien nos adule lo tiene mal en el futuro cercano.

AL: ¿Se emocionan de verdad los políticos en el Parlamento? Aplauden y jalean al líder como hinchada en campo de fútbol.

P: Algunos sí. Los formados en las juventudes del partido destacan en eso.

AL: Pocas cosas me dejan más frío que el pim pam pum entre las bancadas popular y socialista.

P: No tiene usted pinta de sectario, no.

AL: Lo de Rajoy dando una rueda de prensa sin prensa, a través de una pantalla, sin duda fue acordonar la irreverencia.

P: A Rajoy no le gusta hablar de los problemas, ni en público ni en privado. Y diría que prefiere convivir con ellos en lugar de resolverlos. Queda claro cuando dice que a veces la mejor decisión es no decidir nada. Para mantenerse ahí hay que ser discreto, no quemarse, saber congelar problemas y no tener mucha pasión en querer solucionarlos. La política profesional aquí es una carrera de fondo a ninguna parte.

AL: Ahora me ha recordado a Humphrey. A los ciudadanos que esperan algo de ustedes les parecerá triste. ¿En la dirección del PP se cree en Rajoy? ¿O se quiere creer?

P: Pensaba que había quedado claro que en los partidos no se cree en nada ni en nadie. Se está pendiente del negocio.

AL: ¿El negocio del poder? ¿De permanecer en él?

P: Por supuesto. Las pocas ideas enlatadas que se comunican son la coartada para estar ahí. Claro que en el seno de uno mismo se siguen creyendo cosas, pero si no se actúa en relación a ellas es como si no se cree nada. Eso hacemos, asumimos las propuestas o explicaciones que toca dar. Somos profesionales.

AL: ¿De la prostitución política?

P: Es usted un liberal, ya sabe lo que decía Reagan: "La política es la segunda profesión más antigua. Me he terminado dando cuenta de que guarda un gran parecido con la más antigua".

AL: Je. ¿Puede ser de otra manera?

P: Es cuestión de grado. Podría ser mejor pero también podría ser peor. Depende del sistema electoral, volviendo al principio. El sistema genera unas conductas más o menos perversas. El sistema educa políticamente a los que quieren participar en él. Tanto desde el lado del sufragio activo como desde el lado del sufragio pasivo.

AL: ¿Cómo se puede cambiar el sistema electoral?

P: Cambiando de voto. La gente que quiere creer en los grandes partidos son los garantes de la situación actual. Los guardianes de los aparatos de partido son los hooligans de la sigla.

AL: Le veo desagradecido con quienes le han permitido estar donde está.

P: No se olvide de lo dicho. No le debo directamente mi posición al electorado ni a las bases del partido. Se lo debo a los sucesivos jefes que he tenido. Pero tampoco crea que existe un sistema electoral magnífico e ideal que cambie mucho ciertas cosas.

AL: ¿Para ser político hay que querer decirle a los demás cómo deben vivir y qué deben hacer?

P: No siempre. Aquí no. La mayoría de nosotros no somos moralistas. O dictadores que es lo que insinúa. La mayoría de mis compañeros de escaño quieren aparentar y estar en la salsa. Parecer alguien y quedar bien. Somos muy mortales.

AL: ¿Son todos iguales?

P: ¿Son iguales los mejillones, las almejas, las navajas y las ostras?

AL: Queda claro. ¿Hay auténtico parlamentarismo en España?

P: Sí. Pero mucho menos que en la Restauración o durante la República. Y mucho menos que en Francia o en el Reino Unido.

AL: ¿Es en ese proceso de selección de personal disciplinado donde se consigue que en grupos de ciento y pico diputados no haya ni un solo disidente? ¿Es eso lo que se carga el parlamentarismo?

P: Tienen razón los que dicen que en los plenos podríamos tener un representante de cada partido con el voto ponderado según los resultados electorales. No haría falta la presencia de tantos diputados. Pero no hay que olvidar que la tarea legislativa pasa por el trabajo de comisiones y la cantidad de temas que se tratan requieren de diputados que las trabajen. Pero sí, en buena medida la ausencia de libertad de voto y conciencia a la hora de posicionarnos deja nuestro parlamentarismo disminuido.

AL: Vamos a lo que centra ahora la actualidad y le confieso que me parece un tema muy aburrido y repetitivo: ¿Conoce políticos corruptos de los que no se sabe nada en la opinión pública?

P: Sí. Lo estándar lo conoce todo el mundo.

AL: ¿Qué es lo estándar?

P: Las actividades incompatibles que se realizan. Comisiones que se cobran. Los casos exagerados y más extremos no los conocemos todos en muchas ocasiones. Y nos enteramos por la prensa igual que el resto de la gente. O un día antes cuando nos avisan que va a salir.

AL: ¿Hay verdadero interés en combatir la corrupción?

P: La estándar, no. La exagerada sí porque puede fastidiar el negocio ordinario. Pone en peligro la continuidad de la corrupción estándar. Pero seamos claros, para hacer las cosas mal o de una forma reprochable éticamente no hace falta hacer muchas ilegalidades en España.

AL: Volvemos a hablar del diseño del sistema.

P: No hemos dejado de hacerlo en ningún momento.

AL: ¿Y qué me dice de los políticos que se han jugado la vida en este país? Ellos parecen haber tenido un plus de dignidad y valores. Ellos sí deben haberse movido más por principios, ¿no?

P: Eso ha hecho que en el País Vasco hayamos tenido otros criterios para definir el mérito. Hemos tenido mejor gente al frente de los partidos. Ahora ETA ha dejado de matar, al menos de momento y parece que va a ser para siempre. No descarto que empiecen a degradarse los principios del político medio en el País Vasco. Van a cambiar o ya han cambiado los méritos que te llevan a la cima en la política allí.

AL: ¿Son los privilegios de la partitocracia el principal incentivo que ha llevado a ETA a dejar de matar?

P: Hablamos de lo mismo en el fondo. Para ser miembro de ETA se puede ser moralmente perverso, pero para militar en ella había que tener unas ideas inquebrantables. Había que ser un fanático integrista de esas ideas. Sobre todo al inicio de su actividad, es cierto que en la última fase también era una forma de vida y por lo tanto un negocio.

AL: A eso último iba. Cuando el Estado retira el negocio de la vida institucional a ETA es cuando su entorno político parece más interesado en que la organización terrorista deje de actuar. ¿Ha sido decisiva la exclusión de la izquierda abertzale de las instituciones para el fin de la violencia?

P: Sin duda eso metió presión en ese entorno. Y sí, estoy de acuerdo en que ha sido uno de los elementos que les ha motivado a dejar las armas de momento. La presión policial y los tiempos tecnológicos que vivimos no hacen la tarea de ETA nada fácil. Ese sería el palo. La zanahoria ha sido poder volver a las instituciones si dejaban de matar. Un caramelo.

AL: ¿Podemos decir entonces que los incentivos perversos de la partitocracia han colaborado en que ETA deje de matar? Al final habrían servido para algo bueno.

P: Duele decirlo, pero sí. Los beneficios de la vida institucional pueden haber logrado el fin del apoyo a la violencia en el entorno de ETA.

AL: En este tema no le veo tan cínico ni dicharachero.

P: Estamos en un terreno delicado. La vida de partido puede ser un juego en el conjunto del país. En el País Vasco eso ha sido diferente.

AL: Volviendo a la situación actual. La coyuntura económica puede forzar reformas políticas. Suele ser así. La política no parece cambiar por convicciones, suele hacerlo por necesidad. ¿Pronostica cambios políticos profundos si la depresión económica que vivimos dura mucho más?

P: No veo a la mayoría social en España aventurera en exceso. Pero sí, la cosa se está calentando.

AL: Tengo escrito y digo con frecuencia que podríamos caer en algo parecido al chavismo. Ciertos discursos están calando. Se ve en el movimiento 15M y en el discurso practicado alrededor de la dación en pago retroactiva. Además las encuestas indican que los extremos no dejan de subir tanto en Catalunya como en España.

P: Ufff. Veo difícil lo que dices pero entiendo que hay indicios que pueden provocar esa reflexión.

AL: Hay muchas coincidencias económicas, políticas y sociales con la Venezuela de los 90.

P: Pero también diferencias sustanciales. Está el contexto europeo, aquí no tenemos el perfil ideológico de Chávez entre los militares y además tenemos unas Fuerzas Armadas integradas también en la estructura europea y de la OTAN. Tampoco tenemos capas sociales tan depauperadas como las que había y hay en Venezuela.

AL: Sí, es cierto. Pero el mismo discurso que allí caló está calando aquí. El bipartidismo parece que se está  rompiendo, las instituciones están viciadas, la clase media se está reduciendo a marchas forzadas y el ajuste económico impuesto desde el exterior también es un rasgo común.

P: Tienes parte de razón pero no sería tan pesimista.

AL: ¿Qué se piensa en los partidos del ambiente que se empieza a respirar? De la demanda de reformas más profundas.

P: En buena medida se piensa que ya pasará. Que siempre pasa. Que los malos momentos se disuelven con el tiempo. Se están poniendo algunos parches para ayudar a que no se desmorone nada fundamental.

AL: ¿Reconoce entonces que no hay ninguna ambición de reforma profunda entre los
cuadros de los partidos?

P: Sí hay reformas en marcha. Pero nada de lo que está sugiriendo. Todo está enfocado para que nada sustancial cambie. El poder de los partidos no se va a hacer el haraquiri.

AL: ¿Nos podrán sacar los gobiernos de la crisis?

P: Depende más de la gente que de los gobiernos.

AL: Pero muchas veces los gobiernos no dejan hacer.

P: Pues habrá que optar por quien sí deje hacer.

AL: Veo que es muy valiente haciéndose el haraquiri en el anonimato.

P: Todos somos muy valientes en el anonimato, jajaja.

AL: ¿Es el partitócrata cobarde?

P: Por supuesto, comemos de ser cobardes.

AL: Está usted realmente viejo. Habla como tal.

P: Coño, Azote, ¡soy viejo!

AL: ¿Quien tiene remordimientos en el aparato no sobrevive? "El partido está por encima de las personas" dicen con frecuencia algunos políticos.

P: Eso forma parte de la educación que se recibe en los partidos, sí. Forma parte del proceso de selección de personal.

AL: ¿Qué opina de la gente que tiene piedad con los gobiernos? Que se compadece de ellos.

P: ¿Qué número de carné del partido tienen?

AL: Jaja Vale. Salgamos de esto. El sectarismo en el partitócrata no es de ideas, ha quedado claro. Es corporativo... ¿Por qué llaman "desafección" al cabreo generalizado?

P: Para mantener el poder hay que minimizar el impacto de las quejas. Y hay que enfocar toda la maquinaria de la propaganda con ese objetivo. También hablamos con frecuencia de "dignificar la política" como si lo que hacemos fuese política clásica de ágora platónica.

AL: Les escucho decir mucho también que los políticos siempre serán necesarios. Lo que muchos nos planteamos es si hacen falta tantos y que tengan tanto poder.

P: Le puedo asegurar que la mayoría de mis compañeros y yo no le hacemos ninguna falta a la sociedad.

AL: Qué humildad...

P: La verdad.

AL: Va a dejar la política en breve. Se nota. ¿Sabe muchas cosas?

P: Sí. La fuerza que más mueve los intestinos de la política es el chantaje. Explícito o implícito. Y la materia prima para el chantaje es la información. Antes decíamos que la reverencia es esencial para el ascenso. También lo es tener algo que esconder. Quien tiene algo que esconder es controlable y manejable. Nunca se sale del guión. Si eres limpio y puro cuesta subir porque los manchados te temen. No tienen nada sobre ti para joderte y tú sí sobre ellos. O haces cosas reprochables en alguna medida o no tienes carrera.

AL: Vaya... Me habla de las manchas como una necesidad curricular.

P: La mayoría de medallas se cuelgan en el traje para tapar sus manchas.

AL: Esa frase no me la haga borrar del redactado de la entrevista.

P: Esta es buena, sí. La enseñaremos.

AL: Bien. Le preguntaría para hacer públicas muchas cosas concretas de su partido pero como hemos quedado en no desvelar cuál es su nombre tampoco querrá dar muchas pistas de cuál es su afiliación política.

P: Así mejor, por ahora.

AL: ¿Por qué ha querido tener esta charla conmigo?

P: Primero hacía tiempo que no te veía. Y me gustan tus azotes. Además estoy de retirada. He abusado tanto como he podido de mi posición pero dentro de unos límites. Me he prometido a mí mismo intentar poner luz en algunas cosas y me voy a dedicar a ello próximamente. 

AL: No es poner luz no permitirme decir quién es Usted.

P: No es el momento. Aún estoy en activo.

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