13 de Febrer de 2009

Como en los viejos tiempos. Como cuando a Franco le ponían los salmones en el anzuelo para hacerse la foto. La España del Lute. Las monterías de la crema del régimen. El Cordobés. Las coplas de la Piquer. El Real Madrid. El parte de Radio Nacional...

Por un momento, parecía que estábamos en eso. Otra vez. El ministro más integrista del régimen, en una montería andaluza con el juez del régimen, embarcados ambos en una ofensiva judicial contra la oposición, utilizando a la prensa afín y muy necesitada de ayuda financiera.

Y en los sumarios, en los periódicos y en los juzgados, el escándalo protagonizado por varios de los asistentes, hace ya algunos años, a una boda de tronío: la niña del presidente Aznar y un turbio personaje muy relacionado con este grupo de conseguidores.

A esa increíble boda fue la flor y nata. La flor y nata de la escoria. De la escoria de un régimen, el aznarato, del que ahora se está descubriendo parte de su verdadero rostro. El rostro de la corrupción, del chantaje, de los ladrones con chaqué y de las busconas de largo y con ramo de flores.

Esa negra España de Aznar y su banda es la que el régimen del PSOE está tirando ahora a la cara del PP. En un intento de tapar la profundidad del hundimiento económico con un escándalo que, obviamente, tiene bases reales.

En cualquier caso, tiene tela que quienes están quitando el chaqué aznarista a los ladrones sean un ministro y un juez que conspiran entre la montería andaluza y la juerga cortijera. Es el socialismo de Puerto Hurraco contra la España cañí. O al revés, porque viene a ser lo mismo, después de todo.

Aquí, para completar este cuadro goyesco, faltan Corcuera y Barrionuevo. O Naseiro. Con Juan Guerra a la guitarra y Carlos Fabra sirviendo el fino. No se preocupen por los palmeros. Para eso ya están Zapatero y Rajoy. Entre otros.

No es seguro que Zapatero tenga capacidad para llevar el compás. El compás de las palmas. Rajoy, sí. Rajoy, además, seguro que lleva coro. Esos coros de espías y estafadores que siempre estuvieron en su partido y que nunca quiso ver. A Rajoy le debe doler el cuello. De tanto mirar para otro lado.

Mientras se nos viene encima una huelga de jueces, el ministro del ramo se va de montería con ese juez que ya no sabe a quién meter en la cárcel para que le den algún premio Nóbel. Con la ayuda de un fiscal general, que es el que sirve el café al Gobierno. Y a esta averiada escopeta nacional le llaman justicia. Y Estado de derecho. Tiene guasa.

Casi parece que por ahí, al fondo de este escenario cutre, viene Juanito Valderrama, cantando El emigrante. Y Antonio Molina, con Soy minero, ya se sabe. Qué tropa. La octava potencia económica del mundo, como dice Zapatero, ese genio. Si Franco resucitara, se partía de risa. Y con razón.